Lunes, día del trabajador. Ya podrían ser así todos los lunes del año. Hoy es día de fiesta en Canadá, así que el hotel está muy animado. Nos levantamos a las 9:00 am y bajamos raudos y veloces al desayuno. Un cafetito, croissant, y tostadas. Nota: la mermelada de naranja a Juanjis le resulta vomitiva.
Recogemos y partimos hacia Montreal, tras trasladar el chiringo de bragas y calcetines al maletero de nuestro Chevy. Que parece esto un tenderete del mercadillo. Hace un día estupendo y un solazo espléndido. Hacemos una parada a echar gasolina, donde por cierto, nos llevamos un buen susto, porque ¡¡¡el coche no arranca!!! ¡¡¡AHHHH!!!! Y de repente dice Juanjo "A ver si le he echado diesel en lugar de gasolina"… Mira, se me ha puesto el corazón a mil. Ha pasado todo el viaje por delante… Toda la vida… Pero lo dicho, todo quedó en un susto, ¡no arrancaba el coche porque estaba la marcha puesta! ¡Uff!
Llegamos a Montreal a eso de la 1:00 pm. Vamos directos al Hotel Viger, que estuvimos mirando ayer por internet. Nos dan la bienvenida las graciosas arañitas que habitan en la puerta. Oh, oh, que pintorra tiene esto… Esperamos que no sea un "Pozy" cualquiera. Super barata la habitación ($68 CAD). ¡¡Que ganga!! Eso si, la habitación tiene tela marinera:
Me llaman la atención los detalles decorativos tales como una cómoda totalmente descolorida (a lo mejor la están lijando para restaurarla), una marca de espejo sobre la misma, la lámpara "digital", etc, etc…
Desempaquetamos, volviendo a montar el chiringo aquí, y a comer. Nos metemos en el centro y acabamos en un restaurante del Pirineo catalán. Pescado para Juanjis, una lasagna de salmón y espinacas para mí. Delicioso. Y luego, a turistear que es lo nuestro.
Montreal nos sorprende porque parece que nos hemos trasladado a otro país diferente a lo que Canadá nos tenía acostumbrados hasta ahora: calles estrechas, muchísimos restaurantes y cafeterías, nos llama la atención la ausencia de sitios de fast food, y en la ciudad se respira un ambiente excelente.
Paseando por las callejuelas pasamos la tarde, y decidimos ir al Parc du Mont Royal, el pequeño Central Park de la ciudad (de hecho fue diseñado por el mismo tipo). Paseíto y al mirador desde donde disfrutamos de una panorámica de la ciudad.
Aquí millones de avispas revolotean a nuestro alrededor. Nos comemos un helado disfrutando de la vista, y de vuelta al centro. De camino, paramos en otro mirador y ¡¡SORPRESA!! 6 o más mapaches campando a sus anchas nos esperan. La gente les echa de comer y los tenemos bien, bien cerquita. Qué bonitos. Queremos uno para llevárnoslo y que juegue con Mora. Que pena que no los podamos sacar del país, pues seguro que hacían buenas migas (o más bien el mapache hacía migas a la pobre Mori). Que uñacas tienen los jodíos…
Volvemos al centro con la intención de hacer nuestra última visita del día: la ciudad subterránea. Mi querida suegra Conchi nos ha hablado maravillas del ligar así que allá vamos a descubrir el sitio. Nos metemos al subterráneo, un pasillo infinito nos espera. Andamos y andamos y oh, oh, creo que por aquí no es. Un amable quebequés nos indica el funcionamiento de la visita. Son accesos subterráneos a ciertos sitios de la ciudad, con lo que suponemos que en algún acceso de estos habrá tiendas y restaurantes, pero no los encontramos. Vaya frustración de visita.
Ante esto, nos vamos a cenar. Hoy aprovechamos que hemos cogido el horario de los Canadian y no tenemos ningún problema en encontrar sitios. El lugar elegido es una crepería. Buenísimo todo.
Nos vamos al hotel, y vamos a recepción a pedir una tarjeta del parking porque no se puede aparcar en la puerta del lugar. Anonadados nos quedamos cuando en vez del recepcionista, nos encontramos un teléfono como los del 1, 2, 3 responda otra vez (otra vez de ultimísima generación) y sobre el mismo, un cartelito que reza: "Sonría, esta siendo grabado por una cámara que vigila el recepcionista".
De repente comienza a sonar el teléfono. Juanjis diciendo "Cógelo, corre, cógelo" y yo "¿y si no es para mi?" y Juanjis "Que si coño, que lo cojas"… Pues ciertamente, era el recepcionista que me preguntaba lo que quería. Muy fuerrrte. La primera llamada que recibo en Canadá. Y por fin, dejamos el coche, nos conectamos internet (será cutre el Viger, pero tienen ordenador con internet gratis), descargamos las fotos de la cámara y a dormir.