Bueno bueno el día de hoy promete emociones, así que nos hemos levantado bien prontito, emocionados ante lo que nos espera. Tras recoger nuestro muffin en la recepción y desayunar nos metemos en el coche, porque nos esperan doscientos y pocos kilómetros de viaje para poder ver las ballenas… Esta vez hemos tenido suerte con el GPS y sólo nos ha mentido en la duración del viaje, nos pronosticaba un viaje de 4 horas y sólo hemos tardado 2 horas y 45 minutos en llegar. Parece que hace un tiempo de perros en Quebec, así que hemos acertado con la elección del día, ya que a medida que vamos avanzando va dejando poco a poco de llover.
Llegamos sobre las 12 y pico al primer sitio donde vendía excursiones ¡¡¡BINGO!!! A la 1 sale un crucero de 3 horas, así que compramos los tickes, vamos al baño y nos disponemos a embarcar. Por cierto, embarcamos en Tadoussac (Todusó 😉 ) a orillas del fiordo de Sagüenay, el fiordo más septentrional del hemisferio norte. Nos forramos de capas y más capas (todo lo de abrigo que hemos traído al viaje), parecemos el muñeco de Michelín jajaja. Cuando estamos esperando para subir al barco llega un autobús… ¡Anda! ¡Españoles! Que viva la Pepa, ya sé por qué no los echaba de menos, ¡¡¡que escandalerío!!!
En fin, que nos sentamos en la planta baja del barco, y entre que no se ve nada y se nos sientan nuestros compatriotas a darnos la murga… No tardamos ni cinco minutos en salir a cubierta… Estamos impacientes por ver a las ballenitas!!! Por megafonía nos dan instrucciones para identificarlas, así que empezamos a escudriñar el horizonte a ver por donde resoplan. Eso si, con un frío de pelotas, no es por ser soez, es que corre un aire frío que corta el cutis… 😀
Tras cerca de una hora de travesía empezamos a ver soplidos y a los pocos minutos, comienza el espectáculo… ¡¡¡Que flipe Felipe!!! Hemos visto dos o tres ballenas pequeñas y una enorme ballena azul que se ha paseado cerca de un minuto al lado del barco… Y luego una foca presumida, que nos ha acompañado un rato y casi le ha faltado saludarnos. Todo esto ha merecido el frío que hemos pasado.
Toca vuelta, y tras un rato volviendo, casi al llegar al embarcadero, el barco nos enseña un pelín del fiordo, que mola un montón, pero me ha dejado con ganas de verlo un poco más.
Son las 4 y volvemos sin comer aún, así que paramos en un restaurante de carretera a comer una pizza exprés riquísima. Aunque la dueña no ha sido muy amable, no se si por hacerla cocinar a esas horas o por haberla hablado en inglés… ayayay… De vuelta a Quebec poco más hay que comentar, salvo que si buscas un súper para comprar comida, no te metas por una calle donde hay talleres porque sólo comerás tuercas (las calles parecen temáticas).
En fin, que casi acaba nuestro periplo canadiense, así que a descansar de coche y mañana visita final a Quebec…