Weeeee! Weeeee! Suena el despertador, son las 7 y media, arriba arriba, que tenemos muchas cosas que ver y mañana ya nos marchamos de Roma.
Tras el desayuno, vamos caminando hacia la Piazza de Reppublica para coger el metro hacia el vaticano. Tras 4 largas estaciones hacinados como sardinas (cosas de la hora punta), llegamos a la estación de Ottaviano, muy cerca del Vaticano. Por cierto, compramos un tique diario que da derecho a montar en todos los transportes que necesitemos hasta las 24 horas, 6 euros (con 3 viajes se amortiza).
En fin, como tenemos tiempo hasta las 11 que es la hora de entrada a los museos vaticanos (compramos la entrada hace una semana desde casa por Internet, desde esta página http://mv.vatican.va/4_ES/pages/MV_Home.html), vamos a pasear a la impresionante Piazza de San Pietro.
Tras pasar un rato y hacernos unas fotos, decidimos intentar adelantar la hora de entrada a los museos, porque observamos que hay mucha cola para entrar después a la basílica. De modo que bordeamos los muros del Vaticano para llegar a la entrada del museo. Vemos que fue un acierto comprar las entradas con antelación, porque hay una cola de al menos dos horas para entrar…
Una vez dentro, flipamos con la marea de gente que entra a la vez que nosotros. No es nada exagerado, la cantidad de gente que intenta entrar a la vez podría ser perfectamente comparable a la salida de un partido de fútbol o de un mega concierto…
Una vez superado el agobio de la entrada, y pasar el Atrio dei Quattro Cancellari y visitar el Cortile della Pigna…
decidimos visitar la Stanza de Rafaello, pasando por otras salas antes como las impresionantes Galleria degli Arazzi (galería con multitud de grandiosos tapices) y la Galleria delle Carte Geografiche (galería de frescos de entre los siglos XII y XVII con mapas de partes de Italia), mención especial a los frescos de los techos de ambas… Podemos disfrutar de los frescos de la Stanza di Rafaello, estancias privadas del papa Julio II diseñadas por Rafael en persona.
Finalmente y como colofón, llegamos a la esperadísima Capilla Sixtina, donde podemos contemplar los frescos de Miguel Ángel de sus techos. Toda la visita es bastante agobiante por la cantidad de gente, y aquí no podía ser menos puesto que mucha gente viene a los museos expresamente a ver la capilla.
Tras recibir una regañina de un guardia que me obliga a borrar las fotos que he hecho de la capilla de bastantes malos modos, salimos de ahí, un poco de mal rollo entre esa situación y de los vigilantes mandando callar por megafonía. Pero por otro lado maravillados por lo que acabamos de contemplar. El fresco del juicio final es increíble y cómo no el archifamoso de la creación.
Agobiados ya de la marea de gente salimos de nuevo hacia la plaza de San Pedro a hacer cola para visitar la basílica. Tras unos tres cuartos de hora de cola pasamos a su interior para quedarnos embobados, impresionados, alucinados con las dimensiones de su interior y con sus obras de arte.
Luego, tras un rato buscándolas, logramos encontrar la entrada a las grutas vaticanas en una columna que da acceso a un piso bajo el de la catedral. Aquí se encuentran enterrados muchos antiguos papas. Se supone que Juan Pablo II también pero creo que lo vimos en la planta principal de la basílica.
Decidimos no subir a la cúpula porque estamos agotados después de tres días pateando sin parar y que ya es la hora de comer, de manera que salimos del vaticano por la Vía de la Conzilicione y desviándonos a la izquierda hacia el barrio de Borgo, paramos en una cafetería donde por unos paninis, unas cervezas y una tarta y un croissant relleno palmamos 30 pavitos…
Agotados, vamos a paso lento hacia el Castelo de Sant Angelo, donde paseamos un rato. En sus alrededores encontramos una terraza muy agradable, un kiosko donde tomamos un café y un helado y donde puedes relajarte leyendo uno de los libros que tiene expuestos en su biblioteca.
Tras otro descansito caminamos hacia la Piazza Cavour, donde tomamos un autobús que nos acerca a la Piazza Venezia. Aquí subimos a los museos capitolinos solo para dejarlos a un lado y acercarnos a contemplar el atardecer en Foro Romano ahora que aún queda un poco de luz solar.
Después volvemos paseando al Coliseo para verlo ya de noche con luz artificial. Estamos molidos así que vamos al metro, que en dos estaciones nos deja en la estación de Termini, al lado del hotel, tomamos una cerveza para tener wifi y llamar a Alejandro por su cumpleaños, y a cenar una deliciosa pizza en un restaurante cerca del hotel.
Espero que mañana podamos descansar un poco las piernas, al menos tenemos coche para viajar a la Toscana y no vamos a estar caminando todo el día…