Ups!!! Se nos ha hecho un poco tarde, claro que con esta cama tan cómoda y el relax de ayer, pues aquí no hay quién se levante… Empaquetamos rápidamente y, con mucha pena al despedirnos del jacuzzi, tomamos rumbo a Kingston. Nos esperan 400 Km, así que con calma. Tras el monumental atasco de Toronto, pillamos otro atasco a la salida (de Toronto, por supuesto). Madre, madre, ¡¡no he visto tanto coche junto en la vida!! Pero ¿¿Donde va tanta gente?? Suponemos que cada habitante de Toronto (y son 4 millones) ha decidido coger el coche hoy, pero cada habitante el suyo, nada de compartir. Pero nos sentimos afortunados, porque en sentido contrario van atascados desde Toronto hasta Niagara, sin exagerar.
Comemos en un mall en las afueras y continuamos el camino por la autopista, siguiendo el lago Ontario. Como parece esto muy monótono, decidimos salirnos de la autopista y atravesamos unos pueblos preciosos, y paramos a la orilla del lago. Un paisaje impresionante y unos pueblos super chulis, como en las pelis americanas.
Ya estamos en Kingston y parece que estamos aquí todos, pues tras preguntar en cinco sitios todo está completo para dormir. Llegamos al Kozy Motel. Si si, el nombre lo dice todo. Nos dan la habitación (la última que queda). Poooozi, ¡¡vaya cutrada!! Dios mío, que antro, y qué mal huele. La colcha (eso sí, a juego con las cortinas) es terrorífica. El mobiliario… qué decir. A juego con el resto. Hecho polvo, todo lleno de quemaduras, machacaíto todo.
Y que tengamos que continuar nuestra honeymoon aquí… ¡Manda güevos! Eso si, el recepcionista nos llama por teléfono para ver si estaba todo bien y Juanjis lo coge diciendo "Yes?". Esto, y el "Very thank you" que soltó ayer en Niágara… En fin, que tras tener unos pequeños problemas – malentendidos con la cerradura, huímos despavoridos de nuestro nidito de amor, procurando no dejar nada de valor dentro.
Kingston es precioso, un pueblo pesquero con casitas bajas de piedra, muy bonito. Después de tanta urbe esto es un alivio.
Pero está un poquito muerto el asunto así que compramos víveres y volvemos al Ritz, a escribir esto y a preparar el crucerito de mañana. Fumamos un poco en la habitación a ver si se quita el olorcillo a cutre, pero veo que no va a poder ser. Ya veremos.