Ya estamos listos para partir, bueno, listos, nos hemos dejado cienes y cienes de cosas por ver porque esta ciudad es infinita, y ni con tres meses abarcas todo, como para verla en cinco días… Menos mal que al final hemos hecho un día más aquí. Salimos del hotel y nos montan en un Lincoln negro, enorme, parecía una limusina. Y nos ha dado un paseo guay por la ciudad. Con su atasquito matutino incluido, que es hora punta o Rush como dicen por aquí.
Llegamos al aeropuerto, que aburrido es esto de viajar con reserva, nos dan la tarjeta de embarque, y tras un rato de espera para el avión… Este rato fue amenizado por un café helado asquerosito (definitivamente los yankis no tienen ni puta idea de café). Y tras un vuelito de hora y media, llegamos a Toronto. Ya estamos en Canadá, y sin problemas en inmigración ni nada. Ya veremos el tránsito de vuelta en el aeropuerto de Newark, porque se supone que el cartón verde que te dan al entrar en los EEUU tienes que devolverlo al salir y nadie nos ha quitado nada…
En fin vamos a Avis a por el coche, y tras el timo habitual del seguro, nos dicen que no hay ningún Yaris disponible y que nos dan un «free upgrade»… Pos vale, vamos a retirar el coche que nos han dado sin tener ni idea cómo es un Chevrolet Impala, y cuando lo vimos pensamos que se habían confundido, madre mía que carrazo. Y vamos como marqueses por la carretera… Así que una vez motorizados, nos encaminamos a buscar el hotel… Que bien se viaja, yo quiero este coche en Madrid.
Otro contratiempo, llegamos al hotel y no saben nada de la reserva, pero bueno, nos lo arreglan y nos dan una habitación de fumadores (ufff que tufillo al entrar, creo que no repetimos). Eso si, aunque la habitación esta guay, no hay comparación posible con el Roosevelt… Normal… Dejamos las cosas y corriendo a buscar algo de comer que se nos echa la hora encima, caemos en un McDonalds…
Y tras comer, vamos a ver Toronto. Dejamos el coche en un P verde (los parkings municipales, super baratos). Y nos vamos al puerto que es lo primero que vemos al salir del parking. Las humedades nos acompañan ¡¡¡que calores!!! Tras un paseíto por el puerto se nos acerca un individuo ofreciéndonos un paseito en barco para ver las islas que rodean la ciudad… ¡¡¡Una pasada!!! Se lo recomendaré a todo el mundo. Aunque ya va anocheciendo (anochece pronto, como en Madrid en invierno), nos da tiempo a sacar mil fotitos a las islas Toronteñas… Y desde el agua hay además una vista increíble de Toronto-ntero…
Intentamos después ir al centro pero el cansancio nos puede así que paramos a cenar. Maris una ensalada César y yo un costillar. Todo genial. De vuelta al coche y al hotel, gracias al GPS, y a descansar para mañana que hay mucho que ver aún.