Madrid, 24 de Agosto

Listos para nuestra pequeña luna de miel… Damos los últimos retoques a la maleta y esperamos a nuestro chofer particular… Vicky. Una vez en el aeropuerto, comienza el periplo del «Fris de Iberia»… Hasta el último minuto no sabemos si nos marchamos o nos toca esperar al siguiente vuelo. Finalmente, gracias al comandante, a David, al compañero de mi padre y a la virgen santísima nos vamos… en unos asientos de la II Guerra Mundial… Despegamos entre las cataratas del Niágara (¿¿tan pronto??) Maldita cafetera de avión europeo (Azafata dixit), que momento más oportuno de ponerse a chorrear… ¡En pleno despegue!

En fin, vuelo accidentado, 8 horas sentados en unos «asientos» que llaman transportines, pero que en mi pueblo los llaman taburetes… Pero hey, son las cosas del viajar gratis. Lo que no tiene nada que ver con viajar gratis es llegar a Nueva York y que en inmigración te tengan al borde de un colapso nervioso, esperando un interrogatorio en una oficina porque al funcionario de inmigración se le antoje, tiempo en el que Karl Winslow (el vecino de Steve Urkel) estuvo probando mis nervios durante media hora, para luego limitarse a preguntarme que a que venia a Nueva York… Y entre tanto María esperando fuera de la oficina sin saber que pasaba…

Pero bueno, me ponen el sellito y me dan el pasaporte y para dentro. Afortunadamente no fue tan horrible como la tortura china a la que fue sometida otra pareja que iba delante mía, que según la gente que esperaba fuera estuvieron hora y media de interrogatorio con un chinito cabrón… En fin, parece que ya estamos aquí, y ni el autobús que debió dar como unas 10 vueltas por la terminal, ni el colega que estuvo 10 minutos buscando su ticket hasta que el revisor le hizo pagar de nuevo, pudieron impedir que llegáramos al hotel Roosevelt. Y que pedazo de hotel, por cierto…

 El RooseveltLa habitación

Nos esperaba una botella de vino, una fuente de frutas, todo cortesía de Juan Sepúlveda el contacto de «Maris» aquí en el hotel. Le debemos una llamada de agradecimiento el lunes.

 ¡Menuda bienvenida!  

Descargamos, bajamos a la calle a fumar (único sitio donde previsiblemente podremos hacerlo), y visita a un chiringo guay de comida «take away» al lado del hotel, Smilers se llama, pero nosotros preferimos llamarle «El Sonrisas»… Una triunfada la verdad porque todo estaba bien rico menos los tomates que sabían un poco a asco… Pero bueno, ya estamos aquí!

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