Hoy nos levantamos un poquito más tarde porque ya nos puede el cansancio y porque tenemos entradas reservadas para las 10 en la galería de los Uffizi. De modo que tras un desayuno menos tempranero que el resto de los días, partimos hacia allá.
Tras ver las horripilantes colas en el museo vaticano y el acierto de llevar las entradas ya reservadas, decidimos hacer lo mismo con los Uffizi, porque en todas las guías recomiendan hacerlo así para evitar colas. Así que durante uno de los descansos que hicimos el lunes pasado, nos conectamos a Internet para comprarlas, y ayer el conserje del hotel nos imprimió una copia del voucher que hace falta para recoger las entradas.
A las 10 y cuarto y tras el descojone de María porque confundí unas puertas de cristal con unas automáticas (y yo esperando a que de abrieran), canjeamos el vale por los tickets y entramos al museo, la mayor colección de arte renacentista del mundo.
Sobre todo me gustaron las más conocidas como el Tondo Doni de Miguel Ángel, el Nacimiento de Venus de Boticelli o la Anunciación de Leonardo da Vinci.
Todas estas obras están en la planta superior del museo, a la que se llega nada más entrar.
La verdad es que se hace un poco suplicio por la cantidad de gente que hay, sobre todo los grupos que se arremolinan alrededor de sus guías enfrente de las obras importantes y toca esperar para poder ver… Pero bueno, con resignación le dedicamos al museo como unas tres o cuatro horas, que merece la pena tomarselo con paciencia para poder admirar sus obras.
Una de las vistas desde el lugar privilegiado del museo. El puente vecchio me tiene enamorado.
Salimos del museo a la hora de comer. Lo intentamos en un sitio al lado de los Uffizi, en la Via de Neri, pero está tan atestado de gente que decidimos volver al sitio de ayer. De nuevo unos ricos paninis, María de jamón y rúcala y yo de salchicha cruda y berenjena. Ojo a este, es delicioso.
Lleva toda la mañana amenazando lluvia, y empieza a chispear, nada importante pero empieza a hacerse incomodo pasear, así que decidimos probar suerte de nuevo con la galería de la academia. Esta vez sí que podemos entrar, y sin mucha demora, habremos esperado como 15 minutos más o menos. Al final ha resultado que no era necesario comprar las entradas con antelación, probablemente en verano sí que sea una buena idea, pero al contrario que en el Vaticano, no ha merecido la pena el sobrecoste de comprarlas por Internet.
Nada más entrar nos saltamos toda la exposición para ir directamente a ver el David de Miguel Ángel. La verdad es que es una obra que no deja impasible, por el nivel de detalle de la escultura así como las dimensiones. Sus proporciones retratan un perfecto cuerpo humano. Increíble, para disfrutar un buen rato si consigues sitio en los escasos bancos que hay.
Después podemos ver obras de pintores locales de entre el siglo XII y XVII. Además entramos en una sala de exposición de instrumentos musicales antiguos donde podemos ver varios Stradivarius.
¡Madre mía que cultureo!
Cuando salimos sigue lloviendo así que decidimos buscar un par de recuerdos y marchar hacia el hotel a descansar nuestras pobres piernecitas que se lo han ganado.
Ya escampada la lluvia, salimos a cenar a un restaurante al lado del hotel donde cenamos un riquísimo risotto della casa (María), tremendo platazo de cantidad y calidad, y tortellos de pera (yo) muy ricos también pero algo escasos. Coronamos con un buen pedazo de tiramisú delicioso.
Y nada más, ya mañana nos toca volver a casa, por la mañana haremos las maletas y a coger un tren a roma y por la tarde avión a casa. ¡¡¡Que rápido pasa el tiempo cuando se disfruta!!!!