– “Juanjo, ¿qué hora es?”
– “Las cinco y cuarto. ¡Nos hemos dormido!”
De un sobresalto comenza nuestro viaje del puente de Diciembre. Visitaremos Ámsterdam, la ciudad de los tulipanes, pero claro, primero tenemos que tomar el avión, y casi nos dormimos, menos mal que María oyó su despertador de refilón, porque casi nos quedamos roque. Llamamos a Vicky, nuestra taxista de esta ocasión, nos lavamos y vestimos, cerramos las maletitas y nos vamos.
A las 6 estamos en el aeropuerto listos para tomar el avión de EasyJet. Antes, claro, hay que pasar el control de seguridad. A veces te dan ganas de venir desnudo desde casa y vestirte después del arco, de todo lo que tienes que quitarte y luego volver a ponerte… Y como casi no llevamos capas de ropa puesta para evitar facturar (un par de forros polares, las botas de montaña, etc), pues que casi haces un striptease ahí mismo…
Bueno, que me enrollo más de la cuenta. Una vez embarcado y cogido el asiento (pudimos pillar dos asientos contiguos), en cinco minutos caemos como troncos, de hecho, nos hicimos todo el vuelo dormidos, quitando algún anuncio de productos que venden en vuelo que nos despierta.
Pero enseguida estamos en el aeropuerto de Schipol, así que tras descender el avión nos dirigimos a comprar los billetes de tren en la máquina expendedora. Es fácil el proceso de compra, pero nos cuesta 7,60 euros (más gastos de tarjeta) el billete para dos a Amsterdam Central. El viaje en si es rápido (tarda aproximadamente 10 minutos) y enseguida nos deja en esta preciosa estación de tren:
Recorremos la calle Damrak que nos lleva a la plaza Dam, centro de la ciudad. Lo primero es buscar nuestro hotel, El Rembrandt Classic, a dos canales de la plaza Dam (unos cinco minutos a pie). Son las 11 de la mañana, asi que por no estar con las maletas en la mano decidimos probar suerte por si tuvieran una habitación lista, ya que en principio la hora de entrada es a las 2 de la tarde. Enseguida encontramos nuestro hotelito y por suerte nos dan habitación, así podemos dejar las maletas y dedicarnos a patear la ciudad. Por cierto, la habitación muy limpia y amplia, sin grandes lujos pero funcional y cómoda, que es lo importante, parece que un poquito fría…
Bueno, pues decidimos emprender la marcha por el centro de la ciudad. Comenzamos por el barrio medieval, dando un paseo por algunas de sus calles hasta llegar a la Plaza Dam, con su palacio real al fondo y la Nieuwe Kerk o nueva catedral. Como dato curioso, en esta catedral es donde se corona a los nuevos reyes holandeses:
Al lado del monumento nacional, pudimos ver unos alegres músicos disfrazados que tocaban alegres piezas (igual nos estaban recibiendo, quién sabe).
Tomamos la Nieuwendijk que es la calle más comercial de Ámsterdam. Realmente no tiene mucha historia, es como darse un paseo por cualquier centro comercial en Madrid, tiendas multinacionales de moda y comida rápida sobre todo. Quizás puede ser interesante alguna tienda para hacer alguna comprita, no descarto algún día mirar algún vaquero si me sobra tiempo. Nosotros de momento la dejamos atrás y nos encaminamos al barrio rojo o Red lights district.
Podemos pasear por entre algunas de sus calles, observando la mezcla de gentes del lugar. Realmente es impresionante comprobar como conviven pacíficamente en un mismo espacio, gente de marcha, prostitutas, camellos, turistas, policías… Es un barrio chino diferente, desde luego. No se ven muchos comercios chinos, y lo único que indica que es un barrio chino son los letreros en chino en las calles. Mientras paseamos, podemos ver como algunas chicas ofrecen sus servicios, muy ligeras de ropa, en puertas acristaladas alumbradas con fluorescentes rojos. Dicho todo sea de paso, algunas muy guapas y otras “monstruitos”… Me hubiera gustado hacer algún retrato, pero no quise arriesgarme a un altercado por fotografiar a alguna chica, al parecer no es de su agrado ser fotografiadas.
Enseguida llegamos a Nieuwmarkt. Recuerdo esta plaza de la nochevieja que pasé aquí en el año 2004, y la cantidad de miles de petardos que tiraron aquí los lugareños. Esta plaza era punto de carga y descarga de mercancías antaño. Hoy, con mucha más luz, podemos comprobar cómo tiene casi la misma vida que el resto del barrio rojo, muchos bares, cafés, y restaurantes alrededor.
Después seguimos caminando hacia el sur, pasando por las calles del barrio judío (Jodenbreestraat) hasta llegar al Waterlooplein, plaza en la que ponen un mercado de antigüedades y ropa, desgraciadamente no está abierto, así que nos quedamos con las ganas de gastarnos algún eurillo. Pasamos al lado de Stopera que es el ayuntamiento-opera de la ciudad, edificio moderno de ladrillo visto que desentona con el resto de la cuidad, pero en sus canales podemos hacer fotos curiosas, no se si se apreciará, pero se ve como cada casa tiene una pequeña inclinación diferente:
Antiguamente, al construir las casas, se pagaba por metros de fachada y por metros cuadrados de suelo. Es por esto que las casas de Ámsterdam son tan estrechas y a la vez, tienen la fachada inclinada (la parte superior más hacia fuera que la inferior). Además, al ser tan estrechas sería un problema hacer mudanzas, así que todas las casas tienen un palo en su parte superior de manera que los muebles se puedan introducir en las casas por las ventanas.
Continuando nuestro camino, llegamos a la universidad de Ámsterdam. Pudimos contemplar sus instalaciones e incluso pudimos ver un curioso “mercadillo” de libros de segunda mano, que aun a pesar de estar en la calle, olía a libro añejo:
Aquí finalizamos nuestro paseo, perdiéndonos de nuevo por los dominios del barrio rojo, esta vez de noche. Ahora el negocio de las luces rojas esta a pleno rendimiento, con gran cantidad de chicas en sus escaparates.
Decidimos cerrar unas Croketen en la cadena FEBO de comida rápida. Estos establecimientos tienen la curiosidad de vender sus platos a través de una especie de máquinas expendedoras, en las que pones tu euro y coges tu bocado calentito. Pudimos probar diferentes Kriketten de sabores de ternera y cordero picante, así como unas pequeñas Kipburger, unas hamburguesitas de pollo deliciosas.
Ya es de noche. Tomamos rumbo a nuestro hotel, admirando la vida nocturna de la ciudad, sus canales…
Y mañana más, amiguitos.