Voy a escribir sobre el turismo en caravana. En nuestro caso ha sido la primera vez que viajamos de esta manera, y me parece interesante escribir unas líneas sobre la experiencia. Bueno, en realidad hemos viajado en una furgoneta preparada, algo menos voluminosa y pesada que una caravana, pero yo creo que la vida debe ser la misma en ambas.
Estudiando la mejor manera de movernos por Nueva Zelanda, algunas guías y la gente que ha viajado por allí nos recomendaba este medio de transporte. Aunque el hecho de conducir un furgonetón, por la izquierda como conducen los Kiwis no nos atraía en exceso, decidimos darle una oportunidad. Buscando información por diferentes páginas vimos algo cómodo en http://www.maui.co.nz/, y no nos pudimos creer el precio: 750 euros por 17 días, en una furgo, con cocina con fogones, baño con ducha, fregadero, agua caliente, bombona de gas, salón/cama, microondas… Con seguro a todo riesgo sin franquicia, así como un kit "sin preocupaciones" que incluía entre otras cosas tener el depósito y la bombona de gas llenas, sillas y mesa de camping… y lo más importante, la posibilidad de recogerla en Auckland (en la Isla Norte) y devolverla en Christchurch (en la Sur). Así que no nos lo pensamos más y decidimos reservarlo. Pagamos la reserva (un 25% del importe) y nos olvidamos hasta la llegada a Auckland.
Una vez allí, cuando salimos del aeropuerto, nos dirigimos a la casa de alquiler que se encontraba a la salida del aeropuerto. Allí caímos en la cuenta de que la furgo tenía cambio manual, y por suavizar el aprendizaje hubiera estado genial haber elegido una automática. Pero por suerte, por 10 dólares neozelandeses te dejaban elegir la furgoneta superior. Al cambio son 5 euros al día, unos 75 euros. Así que nos decidimos a llevar la furgo automática. Y enseguida salimos por la puerta con nuestro flamante bicho.
Estábamos un poco estresados por la conducción allí, pero enseguida nos dimos cuenta de que en carretera no cuesta mucho hacerse con los mandos, sobre todo teniendo en cuenta que no hay que preocuparse por el embrague ni por el cambio. Pero eso sí, cuesta un poco hacerse a conducir al revés, los primeros kilómetros sobre todo… Y más teniendo en cuenta que el primer sitio que pillamos es la autovía de entrada a la ciudad más grande de Nueva Zelanda, repletita de tráfico. Hay que vigilar el lado izquierdo, que acostumbrados a ir conduciendo en el asiento izquierdo, tendemos a pisar el arcén… Los cruces se hacen complicados y al principio te parece que tienes dislexia lateral… Es todo un poco raro pero bueno, con los kilómetros enseguida se acostumbra uno.
Destrozados por el viaje, nos vamos a descansar. En la casa de alquiler nos dieron un folleto y un mapa donde listan un montón de campings preparados para estas furgonetas. Éstos se llaman allí Holiday Parks, debido a que tienen gran cantidad de facilidades para toda la familia, algunos tienen hasta spa gratuito que algún día hemos utilizado.
Una vez elegido el camping, metemos su dirección en el GPS (otro elemento imprescindible en el viaje) y enseguida nos plantamos en él, a unos 20 kilómetros de Auckland. Y sin pensarlo mucho más, nos disponemos a dormir. Así que toca desmontar la mesa para convertir el salón en cama. El proceso es sencillo, se quita la mesa, se pone entre los dos bancos del salón, y después se pone otra tabla a continuación de la mesa para completar el "somier". Luego se bajan los respaldos de los bancos y se ponen también entre los bancos, consiguiendo así una cama de 1'70 x 2 metros. Y a la mañana siguiente comprobamos que la cama es muy cómoda.
Por la mañana me decido a probar otro de los elementos de la furgoneta: la ducha. Así que, como ya tenía lleno el depósito de agua, abrí la bombona de gas, enchufé la bomba de agua y el calentador, y a ducharme… Bastante incómodo, la verdad, el agua sale sin presión y apenas hay sitio en la ducha, así que la ducha quedará para alguna emergencia, no así el retrete, que si que es bastante usable para aguas menores… jejeje
Y ¿qué pasa con el agua sucia? Ésta se acumula en dos depósitos, uno de agua sucia y otro para los residuos del retrete. Y por suerte en Nueva Zelanda están muy bien preparados para este tipo de turismo, ya que tienen cada muy pocos kilómetros un punto para vaciar los depósitos. (Y además como te pillen vaciándolos en otro lugar que no esté indicado te pueden emplumar).
Así que nuestra rutina matutina ha sido, levantarnos, abrir el gas para hacernos unas tostadas, calentar un cafetito en el microondas, recoger los sacos de dormir, desmontar la cama, montar los sofás y la mesa, desayunar, encender el motor para desempañar la luna delantera, abrir las cortinas de las ventanas, cerrar todos los armarios… Desenchufar la caravana de la toma de corriente, cerrar el gas, apagar el calentador y la bomba del agua… Vaciar los depósitos y en marcha… Parece mucha tarea, pero enseguida se acostumbra uno y en menos de media hora se pone en marcha.
Y la verdad, ha sido todo un invento. Además de la pasta que nos hemos ahorrado en hoteles, ha estado genial porque cuando decidíamos donde dormir en lugar de ir buscando bed and breakfasts o moteles a ver donde hay un sitio libre, ver precios, ver si nos gusta la habitación, etc, introducíamos la dirección del Holiday Park más próximo en el GPS, llegábamos, cogíamos una parcela y listo. Un ahorro en tiempo y dinero genial…
Pues nada, así ha sido nuestra vida a bordo. La verdad, una vez que te acostumbras es casi como ir con tu casa a todas partes, así que ha sido una gran experiencia. Quizás repita en otro destino…