Nos levantamos emocionados con el día que nos espera: Las cataratas del Niágara, ¡¡¡GUAU!!! Tras desayunar en la cafetería del hotel, estilo peli ochentera (de esas con camarera con bol de café), nos metemos en el coche dirección Niagara Falls. Por supuesto, el GPS nos perdió un poco, esta vez por un peaje, que simpaticón. En fin, nos hacemos los 100 y pico kilómetros y si no fuera por los atascos, nos hubiéramos plantado allí en un pis-pas.
Hacemos check-in en el hotel sobre las 12, vaya, la habitación es gigante… Y un pedazo de jacuzzi en forma de corazón rojo la preside… Que horterada… Y qué bañito nos vamos a dar…
En fin, una suite un pelín cutre para celebrar nuestra honeymoon… Porque a pesar de estar guay la habitación, se nota que al fin y al cabo es un motel… Pero vamos que no importa, ¡está genial! Así que dejamos los bartulos y nos damos un paseo para acercarnos a las cataratas, que por cierto están al ladito del hotel.
Al principio no nos impresionan mucho, porque las esperábamos más grandes. Pero después, montándonos en el barquito «Maid of the Mist» ya parecen otra cosa, pasando casi por debajo del agua…
Salimos de nuestro navío un poco mojados. Sobre todo Maris, cuando decidió ponerse la capucha en mitad de la «lluvia» de la catarata (claro, en ese momento ya se le había llenado la capucha). Nos despegamos el chubasquero y con el calor de justicia que hace no tardamos en secarnos. Parece que aquí hay muchas oportunidades para sangrar al turista pero pocas para cobijarse del sol y el calor.. Así que huimos a la torre Skylon que está justo al lado de las cataratas a comer y disfrutar de las vistas. Esta torre es como un bonsai al lado de la torre de Toronto, pero aun así es grande y se ven unas vistas increíbles.
Como hace tanto calor nos vamos a comprar gel y disfrutar de nuestro jacuzzi. En la tienda vemos unos Amish, que pensábamos que no podían comprar, pero bueno, ahí estaban dándole al capitalismo… Y qué decir del jacuzzi… Enorme, increíble, que baño más maravilloso… Y que agustito escapar del fuego que hacía fuera… Y ya está anocheciendo, así que nos vamos a ver las cataratas de noche y los fueguitos artificiales, eso si, esta vez me empeño en coger el coche… Con razón lo llaman a esto Las Vegas versión Canadian, porque debe ser igualito (pero con moteles en lugar de megatorres de hoteles), pero madre mía cuanto neón.
Y a cenar a un italiano, el camarero es la primera persona que nos habla en castellano desde que estamos en Canadá… Una triunfada de sitio, porque nos hemos cenado una pasta deliciosa… Así que con el turisteo satisfecho por hoy y la tripita llena nos retiramos a descansar hasta mañana.