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Quebec, 7 de Septiembre

Bueno, nuestro último día completo en Canadá. Desayunamos nuestro café con muffin de las mañanas, y nos abrigamos esperando un día de frío, tras el día de ayer… Pero va a ser que nos equivocamos, en realidad hace mucho calor y humedad… A sudar de nuevo. Joé tenemos el cuerpo hecho un lío tras dos días templados, y otros dos bastante fríos, no esperabamos tanto calor ¡otra vez!

Bueno, hemos estado visitando la vieja Quebec.

Tras bajar del coche, fuera de la muralla, podemos admirar el Parlament Hill, es super chulo, creo que en parte es un hotel para el gobierno «nacional», que aquí en Quebec son bastante nacionalistas ellos…

Parlament Hill

La muralla, del siglo XVIII, está como el primer día. Se nota que se venden como la única ciudad amurallada de norteamérica porque la cuidan con mucho esmero. Después, paseamos por la Citadelle, que es la fortaleza de la ciudad, aunque está el acceso bastante restringido a los civiles, asi que la pasamos casi de refilón, y tras eso, bajamos bordeándola por una pasarela y unas escalinatas que van franqueando la muralla de la ciudad. Aquí podemos admirar una buenas vistas del río St. Lawrence y el puerto de la ciudad, donde por cierto, hay atracados un par de transatlánticos alucinantes… Vaya «botes»…

Una puerta en la muralla

Tras bajar de la ciudad hemos visto de cerca el centro de la ciudad y el «Hotel de Ville» (entrecomillado, no sé por qué hemos rebautizado así al Chateau Frontenac).

Chateau Frontenac

Tras esto, primera visita a las tiendas de souvenirs y a comer a un sitio que vimos ayer, cerca de donde el steak de caballo… Maris ha comido ensalada y canelones y yo crema de verduras y salmón. delicioso todo… tras comer, de vuelta a las compras y al calorcito… Dios mío, si no hemos visitado todas las tiendas de regalos de Quebec, es porque alguna habrá escondida por alguna callejuela que no hemos visto. Cuando en la misión ya reina el desánimo Maris ha tenido una idea genial… ¡Camisetas y marcapáginas a discreción! Y dicho y hecho, ya tenemos casi todos los regalos comprados.

La ciudad Mas ciudad

En estos momentos ya vuelve el sentido del humor a nosotros, momento en el que, tras una sagaz ocurrencia por mi parte mientras Maris bebe, acaba en sifonazo y atragantamiento (bueno, conato de atragantamiento), y luego ataque de risa… De todos modos, esto de vagabundear por las tiendas agota, aasí que como la misión está cumplida y mañana toca madrugar mucho, nos vamos al Royal a hacer la maleta y acostarnos prontito.

Haciendo amiguitos

Maris lo logra, pero con el calor que hace, yo estoy desvelao y escribiendo esto a las 12 y pico… Dios que «mañana» hay que levantarse a las 3 de la mañana… No se si por mi parte, el madrugue se convertirá en trasnoche… De momento y para hacer sueño me releo nuestro diario, y veo que he recalcado un poco de más las «penumbras» del viaje, nada más lejos d ela realidad, está resultando el mejor viaje y más divertido que he hecho nunca. ¡Vaya pedazo de honeymoon nos estamos pegando! Y ahora nos queda disfrutar de ¡la playa, el sol y los daiquiris!

Quebec, 6 de Septiembre

Bueno bueno el día de hoy promete emociones, así que nos hemos levantado bien prontito, emocionados ante lo que nos espera. Tras recoger nuestro muffin en la recepción y desayunar nos metemos en el coche, porque nos esperan doscientos y pocos kilómetros de viaje para poder ver las ballenas… Esta vez hemos tenido suerte con el GPS y sólo nos ha mentido en la duración del viaje, nos pronosticaba un viaje de 4 horas y sólo hemos tardado 2 horas y 45 minutos en llegar. Parece que hace un tiempo de perros en Quebec, así que hemos acertado con la elección del día, ya que a medida que vamos avanzando va dejando poco a poco de llover.

Llegamos sobre las 12 y pico al primer sitio donde vendía excursiones ¡¡¡BINGO!!! A la 1 sale un crucero de 3 horas, así que compramos los tickes, vamos al baño y nos disponemos a embarcar. Por cierto, embarcamos en Tadoussac (Todusó 😉 ) a orillas del fiordo de Sagüenay, el fiordo más septentrional del hemisferio norte. Nos forramos de capas y más capas (todo lo de abrigo que hemos traído al viaje), parecemos el muñeco de Michelín jajaja. Cuando estamos esperando para subir al barco llega un autobús… ¡Anda! ¡Españoles! Que viva la Pepa, ya sé por qué no los echaba de menos, ¡¡¡que escandalerío!!!

Fiordo de Saguenay 

En fin, que nos sentamos en la planta baja del barco, y entre que no se ve nada y se nos sientan nuestros compatriotas a darnos la murga… No tardamos ni cinco minutos en salir a cubierta… Estamos impacientes por ver a las ballenitas!!! Por megafonía nos dan instrucciones para identificarlas, así que empezamos a escudriñar el horizonte a ver por donde resoplan. Eso si, con un frío de pelotas, no es por ser soez, es que corre un aire frío que corta el cutis… 😀

Tras cerca de una hora de travesía empezamos a ver soplidos y a los pocos minutos, comienza el espectáculo… ¡¡¡Que flipe Felipe!!! Hemos visto dos o tres ballenas pequeñas y una enorme ballena azul que se ha paseado cerca de un minuto al lado del barco… Y luego una foca presumida, que nos ha acompañado un rato y casi le ha faltado saludarnos. Todo esto ha merecido el frío que hemos pasado.

Donde estais ballenitas

Toca vuelta, y tras un rato volviendo, casi al llegar al embarcadero, el barco nos enseña un pelín del fiordo, que mola un montón, pero me ha dejado con ganas de verlo un poco más.

Son las 4 y volvemos sin comer aún, así que paramos en un restaurante de carretera a comer una pizza exprés riquísima. Aunque la dueña no ha sido muy amable, no se si por hacerla cocinar a esas horas o por haberla hablado en inglés… ayayay… De vuelta a Quebec poco más hay que comentar, salvo que si buscas un súper para comprar comida, no te metas por una calle donde hay talleres porque sólo comerás tuercas (las calles parecen temáticas).

En fin, que casi acaba nuestro periplo canadiense, así  que a descansar de coche y mañana visita final a Quebec…

Sta Agatha des Monts, 5 de Septiembre

Nos levantamos en la cabaña de Pin y Pon, madre madre madre madre ¡¡¡Qué fresqui hace por aquí!!!! ¡La cabaña está heladita! Y como se intuía frío fuera, hemos perreado un poco en la cama. Tras levantarnos y tomarnos el café costaricense que compramos ayer, apuntamos el navegador hacia Quebec. ¡¡¡La madre que le parió al GPS!!! Con la belleza de estos paisajes, decidimos hacer ruta por carreteras secundarias y así disfrutar el paisaje, y aunque al principio así era, llegamos a un punto en el que el señor GPS insistía por meternos por una carretera inexistente, que digo carretera, camino de tierra… Así que tras varios intentos de reprogramarlo y ver que siempre nos mandaba por el mismo lugar, decidimos buscar autovía, bajando hacia Montreal de nuevo… Eso sí, hemos visto los paisajes más espectaculares de Canadá desde que estamos aquí: bosques inmensos y tupidos, y montones de lago.

Bosques Un laguito

Tras largas «penumbras» llegamos, desandando el camino, a la civilización. Repostamos, en una mini gasolinera en el que la señora que atendía nos preguntó nuestro lugar de origen y puso cara de incredulidad cuando le dijimos que somos españoles… Supongo que hemos sido los primeros que ha visto en su vida, por la incredulidad que mostró… En fin, que llegamos a Montreal para coger autopista hacia Montreal. hacemos una paradita a comer rápido que son las 2 de la tarde y aún quedan unos 200 km… Así que nuestra ruta se completa sin muchos sobresaltos, eso si, algún camionero nos prueba los nervios, adelantándonos por el carril izquierdo a toda mecha (carril del que nos saca casi a empujones).

Llegamos a Quebec y enseguida encontramos el hostal que reservamos antes de salir de Madrid, eh Hostal Royal (sin Manzanares, así que no buscamos Lina Morgan). Reposamos un poco del largo viaje, y tras preguntarle al amable recepcionista acerca de Tadoussac y sus ballenas, nos vamos a ver el centro de Quebec.

Reposando en el hostal

La verdad, es que lo poquito que hemos podido ver de esta ciudad, ¡nos ha encantado! Que guay, lo mejor es que aún nos queda un par de días para verla con tranquilidad. La ciudad es muy limpia, como todo Canadá, y muy acogedora. Pasear pos sus calles es muy agradable, sus calles recuerdan un poco a una ciudad europea como París, con calles estrechas de un sólo sentido, bares y terrazas en las calles… De hecho, según la guía, es la ciudad más europea de toda Norteamérica y la única amurallada.

La muralla

Enseguida nos encaminamos a cenar, a un sitio recomendado por la guía, Freres de la Côte, y ¡que buen sitio! Al más puro estilo francés, las mesas super juntas, acogedor, bullicioso… Así que en cuanto nos traen los platos, se nos olvida el bullicio de la gente. Maris se ha pedido un confit de pato, y yo un steak de caballo (si si, de esos que pasean a la gente por aquí tirando de los carruajes). Bueno no se realmente a lo que se dedicó mi caballo, pero he de decir que estaba realmente rico.

Que rico

Y ya no puedo contar mucho más del día, entre levantarnos «tarde», perdernos, la carretera, que entre pitos y flautas hemos llegado al motel a las 5, el descansito… El día de hoy se ha convertido en un día de transición. Pero mañana nos esperan emociones, si las ballenas se dejan ver y el GPS no nos pierde en el intento.

Montreal, 4 de Septiembre

Nos levantamos en nuestro nidito. Uf, parece que hace un poco de ruido aquí: los vecinos madrugan, los coches pasan muy a menudo… ¡¡¡Madrecita!!! ¡Aquí no hay quien duerma! Nos levantamos a las 8:30 "ready for the breakfast". Bajamos a la recepción a por el desayuno: nos dan una bandeja en la misma recepción donde ayer recibí "la llamada de la suerte". Esta bandeja contiene dos cafés muy negros, dos zumos de naranja ¿natural? un vaso de leche y dos croissants. Nos la subimos a la habitación y tan ricamente a desayunar.

Tras una ducha, vamos a por el coche. Parece que está intacto, pero lo notamos un poco arisco por dejarlo ahí toda la noche, expuesto a los peligros montrealeños. Tomamos rumbo a las Laurentides, pasando primero por el estadio olímpico de Montreal. Foto y continuamos…

El estadio olímpico

Nuestra primera parada es a unos 60 km, en Sant Sauveur des Monts. Qué bonito pueblo, todo rodeado de bosque. Y calle para arriba y calle para abajo. Compramos unos bolsos en liquidación para nuestras madres ante la estupefacción del tendero, que poniendo cara de asombro nos pregunta que si son todos los bolsos para mi. "No, hombre, no, que son para la familia". Y se quedó más tranquilo. Erramos en la elección del garito para comer, pero Juanjis se pone como el tenazas comiéndose unas alitas y unas ribs que están de muerrrte, no como yo, que no tiene comentario. En fins.

La iglesia del pueblo La calle principal de Sant Sauveur

La segunda parada es en Val de Davis, un pueblecito super chuli, y después continuamos hacia St. Agatha des Monts. Llegando al pueblo, Juanjis ve en la carretera un cartel que pone "Chalets 99 $ CAD"… Hummm… Continuamos al pueblo que tiene un lago precioso, pero hace un frío que pela.

El lago en St. Agatha El lago otra vez

Decidimos buscar un sitio para dormir y que mejor idea que investigar esos chalets que vimos llegando aquí. Volvemos tras nuestros pasos y llegamos al sitio en cuestión, un paraíso natural lleno de bosques y de preciosidades. Con muy poca esperanza decidimos preguntar en información si tienen disponibilidad, y cuál es nuestra sorpresa cuando descubrimos que SI tienen… Uno con piscina exterior,otro con piscina interior, y otro sin piscina. Nos decidimos, como es de imaginar, por este último, que en su defecto, tiene una mega bañera hidromasaje que cabemos los dos, y ocho más por lo menos… El precio no está mal, 180 CAD, pero por este lujamen merece la pena.

Nuestro chalet El salón

El hidromasaje Las vistas

Vamos al súper a comprar provisiones: agua, cerveza y un pollo asado que tiene una pinta estupenda. Nos tomamos unas cañitas y al bañito. ¡¡¡Menuda maravilla!!! Al lado de esto, el jacuzzi de Niágara es una mierdecilla… ¡¡¡Vaya burbujeo!!! ¡Si esto parece un géiser! ¡¡Qué gozada!!

Y después, a cenar el pollito que está muy bueno, y luego encendemos la chimenea. Qué preciosidad de casa con los techos súper altos, el sofá, la chimenea… Qué romántico todo. Llegamos a la conclusión de que somos muy felices, y que queremos una casa así para nosotros para siempre.

Bueno, se me olvidaba añadir lo más importante: Mientras montamos nuestro chiringo diario de todos los días, recibimos la "súper llamada". ¡Nos informan que vamos a ser Retíos! Alejandro va a tener un hermanito… ¡¡Que fuerrrte!! Nos quedamos estupefactos.

Que felicidarrrr… ¡Tan emocionados que estamos en la casa y nos rematan con esta noticia! Y por cierto, vaya casa, lo único que le falta es un oso o un alce en la puerta… Además del hidromasaje, la casa está súper equipada, tanto que según entramos por la puerta nos recibe el equipo hifi… Que no hemos desconectado desde que llegamos… La casa tiene todas las facilidades, desde sofás de cuero muy cómodos, chimenea, hasta copitas para nuestro vino transhumante… En fin, un lugar maravilloso para un viaje increíble.

Hasta mañana!

Ottawa, 3 de Septiembre

Lunes, día del trabajador. Ya podrían ser así todos los lunes del año. Hoy es día de fiesta en Canadá, así que el hotel está muy animado. Nos levantamos a las 9:00 am y bajamos raudos y veloces al desayuno. Un cafetito, croissant, y tostadas. Nota: la mermelada de naranja a Juanjis le resulta vomitiva.

Recogemos y partimos hacia Montreal, tras trasladar el chiringo de bragas y calcetines al maletero de nuestro Chevy. Que parece esto un tenderete del mercadillo. Hace un día estupendo y un solazo espléndido. Hacemos una parada a echar gasolina, donde por cierto, nos llevamos un buen susto, porque ¡¡¡el coche no arranca!!! ¡¡¡AHHHH!!!! Y de repente dice Juanjo "A ver si le he echado diesel en lugar de gasolina"… Mira, se me ha puesto el corazón a mil. Ha pasado todo el viaje por delante… Toda la vida… Pero lo dicho, todo quedó en un susto, ¡no arrancaba el coche porque estaba la marcha puesta! ¡Uff!

Llegamos a Montreal a eso de la 1:00 pm. Vamos directos al Hotel Viger, que estuvimos mirando ayer por internet. Nos dan la bienvenida las graciosas arañitas que habitan en la puerta. Oh, oh, que pintorra tiene esto… Esperamos que no sea un "Pozy" cualquiera. Super barata la habitación ($68 CAD). ¡¡Que ganga!! Eso si, la habitación tiene tela marinera:

El gua Vaya tela

Me llaman la atención los detalles decorativos tales como una cómoda totalmente descolorida (a lo mejor la están lijando para restaurarla), una marca de espejo sobre la misma, la lámpara "digital", etc, etc…

Toma teléfono última generación

Desempaquetamos, volviendo a montar el chiringo aquí, y a comer. Nos metemos en el centro y acabamos en un restaurante del Pirineo catalán. Pescado para Juanjis, una lasagna de salmón y espinacas para mí. Delicioso. Y luego, a turistear que es lo nuestro.

Notre Dame Mucha gente por las calles

 

Montreal nos sorprende porque parece que nos hemos trasladado a otro país diferente a lo que Canadá nos tenía acostumbrados hasta ahora: calles estrechas, muchísimos restaurantes y cafeterías, nos llama la atención la ausencia de sitios de fast food, y en la ciudad se respira un ambiente excelente.

Paseando por las callejuelas pasamos la tarde, y decidimos ir al Parc du Mont Royal, el pequeño Central Park de la ciudad (de hecho fue diseñado por el mismo tipo). Paseíto y al mirador desde donde disfrutamos de una panorámica de la ciudad.

Montreal desde Mont Royal

Aquí millones de avispas revolotean a nuestro alrededor. Nos comemos un helado disfrutando de la vista, y de vuelta al centro. De camino, paramos en otro mirador y ¡¡SORPRESA!! 6 o más mapaches campando a sus anchas nos esperan. La gente les echa de comer y los tenemos bien, bien cerquita. Qué bonitos. Queremos uno para llevárnoslo y que juegue con Mora. Que pena que no los podamos sacar del país, pues seguro que hacían buenas migas (o más bien el mapache hacía migas a la pobre Mori). Que uñacas tienen los jodíos…

Lindos mapaches Buscando comida a lo Yogi

Volvemos al centro con la intención de hacer nuestra última visita del día: la ciudad subterránea. Mi querida suegra Conchi nos ha hablado maravillas del ligar así que allá vamos a descubrir el sitio. Nos metemos al subterráneo, un pasillo infinito nos espera. Andamos y andamos y oh, oh, creo que por aquí no es. Un amable quebequés nos indica el funcionamiento de la visita. Son accesos subterráneos a ciertos sitios de la ciudad, con lo que suponemos que en algún acceso de estos habrá tiendas y restaurantes, pero no los encontramos. Vaya frustración de visita.

Ante esto, nos vamos a cenar. Hoy aprovechamos que hemos cogido el horario de los Canadian y no tenemos ningún problema en encontrar sitios. El lugar elegido es una crepería. Buenísimo todo.

Nos vamos al hotel, y vamos a recepción a pedir una tarjeta del parking porque no se puede aparcar en la puerta del lugar. Anonadados nos quedamos cuando en vez del recepcionista, nos encontramos un teléfono como los del 1, 2, 3 responda otra vez (otra vez de ultimísima generación) y sobre el mismo, un cartelito que reza: "Sonría, esta siendo grabado por una cámara que vigila el recepcionista".

De repente comienza a sonar el teléfono. Juanjis diciendo "Cógelo, corre, cógelo" y yo "¿y si no es para mi?" y Juanjis "Que si coño, que lo cojas"… Pues ciertamente, era el recepcionista que me preguntaba lo que quería. Muy fuerrrte. La primera llamada que recibo en Canadá. Y por fin, dejamos el coche, nos conectamos internet (será cutre el Viger, pero tienen ordenador con internet gratis), descargamos las fotos de la cámara y a dormir. 

Kingston, 2 de Septiembre

Nos levantamos con más trabajo del esperado la noche anterior, teniendo en cuenta el agujerito donde nos alojamos… Por la noche pensaba que saldríamos corriendo del «Pozí» pero la cama ha resultado se bastante cómoda. Eso si, se ha notado los ruiditos de unos Canadian echando un kiki exprés, en medio minuto ¡guau! Eso sí a buen ritmo… Una patrulla a 200 por hora que parecía que iba a atravesar el garito… Otra pareja más lejos queriéndose en plan peli X… Vaya nochecita, ¿¿pero donde nos hemos metido??

En fin, que dejamos las llaves y nos encaminamos a toda prisa a Kingston, que se nos ha echado la hora encima para ir al crucero que nos enseñará las mil islas, que es como llaman aquí a la cantidad de islitas que hay alrededor de la ciudad. Nos embarcamos y descubrimos que es un crucero muy chulo, a pesar de hacer un poquito de frío en el barco, pero merece la pena por ver la cantidad de casas que se han construído los Canadian. ¡¡¡Queremos una!!! Impresionantes los casuplones, por un lado aparcado el coche y por el otro el yate.

 Casuplón Otro pedazo de casa

Bajamos del barco y tras la visita obligada al Starbucks, ponemos rumbo a Ottawa. Decidimos evitar la autopista y tomar la 1000 Islands Parkway, que es una carretera que sube la orilla del lago, con lo que vamos viendo desde la carretera las casas que vimos antes desde el barquito. Es increíble cómo tienen todas las casas de bonitas y bien cuidadas, impecables. Tengo que hacer mención especial al pueblito de Gananoque, al final de la carretera. Si Kingston nos pareció bonito, este pueblo lo mejora con creces. Nos lamentamos un poco por no haber intentado buscar alojamiento aquí, aunque hubiera sido imposible teniendo en cuenta que este fin de semana hay puente (el del día del trabajador).

 Una isla desde la carretera Vaya sitio donde poner la casa

Cuando se nos acaba la carretera nos incorporamos a la autopista rumbo Ottawa, hasta que el estómago empieza a decir que hay que echarle algo asi que cuando vemos un cartel en la carretera que no tenía aspecto de fast food no nos lo pensamos y probamos a ver que tal. Y la verdad es que genial quitando que el sitio está un poco sobre-decorado, la comida estaba genial (y además nos atendieron estupendamente teniendo en cuenta las horas a las que llegamos). Maris comió una pechuga de pollo con bacon y queso al horno y yo, un stick con cebolla, pimiento y ajo… Simplemente genial.

Salimos del Garden of Eat y proseguimos nuestra ruta, y lo primero es buscar alojamiento, tras el agujerito decidimos coger un hotel en condiciones, y nos vamos a un Confort Inn, que no nos defrauda… Una vez arreglado el tema alojamiento, nos toca turistear. Nos vamos a ver el Parlament Hill, es gigantesco y muy bonito. Nos hacemos unas cuantas fotos, con el parlamento, las iglesias, el monumento a la igualdad de las mujeres…

 El parlamento de Canadá El ayuntamiento

 

Tras esto nos vamos al Byward Market, el mercado de flores, pero lamentablamente cierran por la tarde, hemos llegado tarde… Nos ha dado tiempo a ver un par de chiringos que estaban cerrando y no hemos podido comprar nada, así que nos vamos a tomar una caña a un escocés y después a ver si cenamos. Tras recorrernos 10 veces Rideau St, cogemos unas porciones de pizza, y al hotel a dormir. La ciudad está bien, muy cuidada en su centro histórico, pero por el resto nos ha parecido feo y nos ha sorprendido la cantidad de homeless que hay por las calles, esta gente ¿donde se meterá en invierno.

Niagara Falls, 1 de Septiembre

Ups!!! Se nos ha hecho un poco tarde, claro que con esta cama tan cómoda y el relax de ayer, pues aquí no hay quién se levante… Empaquetamos rápidamente y, con mucha pena al despedirnos del jacuzzi, tomamos rumbo a Kingston. Nos esperan 400 Km, así que con calma. Tras el monumental atasco de Toronto, pillamos otro atasco a la salida (de Toronto, por supuesto). Madre, madre, ¡¡no he visto tanto coche junto en la vida!! Pero ¿¿Donde va tanta gente?? Suponemos que cada habitante de Toronto (y son 4 millones) ha decidido coger el coche hoy, pero cada habitante el suyo, nada de compartir. Pero nos sentimos afortunados, porque en sentido contrario van atascados desde Toronto hasta Niagara, sin exagerar.

 Coches clásicosArgh! Atasco!

Comemos en un mall en las afueras y continuamos el camino por la autopista, siguiendo el lago Ontario. Como parece esto muy monótono, decidimos salirnos de la autopista y atravesamos unos pueblos preciosos, y paramos a la orilla del lago. Un paisaje impresionante y unos pueblos super chulis, como en las pelis americanas.

 Por caminitos

Ya estamos en Kingston y parece que estamos aquí todos, pues tras preguntar en cinco sitios todo está completo para dormir. Llegamos al Kozy Motel. Si si, el nombre lo dice todo. Nos dan la habitación (la última que queda). Poooozi, ¡¡vaya cutrada!! Dios mío, que antro, y qué mal huele. La colcha (eso sí, a juego con las cortinas) es terrorífica. El mobiliario… qué decir. A juego con el resto. Hecho polvo, todo lleno de quemaduras, machacaíto todo.

El Kozy Inn Desde fuera no parece tan cutre

Y que tengamos que continuar nuestra honeymoon aquí… ¡Manda güevos! Eso si, el recepcionista nos llama por teléfono para ver si estaba todo bien y Juanjis lo coge diciendo "Yes?". Esto, y el "Very thank you" que soltó ayer en Niágara… En fin, que tras tener unos pequeños problemas – malentendidos con la cerradura, huímos despavoridos de nuestro nidito de amor, procurando no dejar nada de valor dentro.

¡¡Vaya costra el lavabo!!

Kingston es precioso, un pueblo pesquero con casitas bajas de piedra, muy bonito. Después de tanta urbe esto es un alivio.

La iglesia Una de las calles

Pero está un poquito muerto el asunto así que compramos víveres y volvemos al Ritz, a escribir esto y a preparar el crucerito de mañana. Fumamos un poco en la habitación a ver si se quita el olorcillo a cutre, pero veo que no va a poder ser. Ya veremos.

Toronto, 31 de Agosto

Nos levantamos emocionados con el día que nos espera: Las cataratas del Niágara, ¡¡¡GUAU!!! Tras desayunar en la cafetería del hotel, estilo peli ochentera (de esas con camarera con bol de café), nos metemos en el coche dirección Niagara Falls. Por supuesto, el GPS nos perdió un poco, esta vez por un peaje, que simpaticón. En fin, nos hacemos los 100 y pico kilómetros y si no fuera por los atascos, nos hubiéramos plantado allí en un pis-pas.

Hacemos check-in en el hotel sobre las 12, vaya, la habitación es gigante… Y un pedazo de jacuzzi en forma de corazón rojo la preside… Que horterada… Y qué bañito nos vamos a dar…

 Toma ya!

En fin, una suite un pelín cutre para celebrar nuestra honeymoon… Porque a pesar de estar guay la habitación, se nota que al fin y al cabo es un motel… Pero vamos que no importa, ¡está genial! Así que dejamos los bartulos y nos damos un paseo para acercarnos a las cataratas, que por cierto están al ladito del hotel.

Al principio no nos impresionan mucho, porque las esperábamos más grandes. Pero después, montándonos en el barquito «Maid of the Mist» ya parecen otra cosa, pasando casi por debajo del agua…

 American Falls Horseshoe Falls, desde la torre Skylon

 A bordo del Maid of the Mist ¡Nos mojamos!

Salimos de nuestro navío un poco mojados. Sobre todo Maris, cuando decidió ponerse la capucha en mitad de la «lluvia» de la catarata (claro, en ese momento ya se le había llenado la capucha). Nos despegamos el chubasquero y con el calor de justicia que hace no tardamos en secarnos. Parece que aquí hay muchas oportunidades para sangrar al turista pero pocas para cobijarse del sol y el calor.. Así que huimos a la torre Skylon que está justo al lado de las cataratas a comer y disfrutar de las vistas. Esta torre es como un bonsai al lado de la torre de Toronto, pero aun así es grande y se ven unas vistas increíbles.

Como hace tanto calor nos vamos a comprar gel y disfrutar de nuestro jacuzzi. En la tienda vemos unos Amish, que pensábamos que no podían comprar, pero bueno, ahí estaban dándole al capitalismo… Y qué decir del jacuzzi… Enorme, increíble, que baño más maravilloso… Y que agustito escapar del fuego que hacía fuera… Y ya está anocheciendo, así que nos vamos a ver las cataratas de noche y los fueguitos artificiales, eso si, esta vez me empeño en coger el coche… Con razón lo llaman a esto Las Vegas versión Canadian, porque debe ser igualito (pero con moteles en lugar de megatorres de hoteles), pero madre mía cuanto neón.

Las Horseshoe Falls iluminadas Fuegos artificiales sobre las cataratas

Y a cenar a un italiano, el camarero es la primera persona que nos habla en castellano desde que estamos en Canadá… Una triunfada de sitio, porque nos hemos cenado una pasta deliciosa… Así que con el turisteo satisfecho por hoy y la tripita llena nos retiramos a descansar hasta mañana.

New York, 29 de Agosto

Ya estamos listos para partir, bueno, listos, nos hemos dejado cienes y cienes de cosas por ver porque esta ciudad es infinita, y ni con tres meses abarcas todo, como para verla en cinco días… Menos mal que al final hemos hecho un día más aquí. Salimos del hotel y nos montan en un Lincoln negro, enorme, parecía una limusina. Y nos ha dado un paseo guay por la ciudad. Con su atasquito matutino incluido, que es hora punta o Rush como dicen por aquí.

Llegamos al aeropuerto, que aburrido es esto de viajar con reserva, nos dan la tarjeta de embarque, y tras un rato de espera para el avión… Este rato fue amenizado por un café helado asquerosito (definitivamente los yankis no tienen ni puta idea de café). Y tras un vuelito de hora y media, llegamos a Toronto. Ya estamos en Canadá, y sin problemas en inmigración ni nada. Ya veremos el tránsito de vuelta en el aeropuerto de Newark, porque se supone que el cartón verde que te dan al entrar en los EEUU tienes que devolverlo al salir y nadie nos ha quitado nada…

En fin vamos a Avis a por el coche, y tras el timo habitual del seguro, nos dicen que no hay ningún Yaris disponible y que nos dan un «free upgrade»… Pos vale, vamos a retirar el coche que nos han dado sin tener ni idea cómo es un Chevrolet Impala, y cuando lo vimos pensamos que se habían confundido, madre mía que carrazo. Y vamos como marqueses por la carretera… Así que una vez motorizados, nos encaminamos a buscar el hotel… Que bien se viaja, yo quiero este coche en Madrid.

  Nuestro compañero de fatigas en Canadá Que nivelazo!

Otro contratiempo, llegamos al hotel y no saben nada de la reserva, pero bueno, nos lo arreglan y nos dan una habitación de fumadores (ufff que tufillo al entrar, creo que no repetimos). Eso si, aunque la habitación esta guay, no hay comparación posible con el Roosevelt… Normal… Dejamos las cosas y corriendo a buscar algo de comer que se nos echa la hora encima, caemos en un McDonalds…

 Desempaquetando en el hotel

Y tras comer, vamos a ver Toronto. Dejamos el coche en un P verde (los parkings municipales, super baratos). Y nos vamos al puerto que es lo primero que vemos al salir del parking. Las humedades nos acompañan ¡¡¡que calores!!! Tras un paseíto por el puerto se nos acerca un individuo ofreciéndonos un paseito en barco para ver las islas que rodean la ciudad… ¡¡¡Una pasada!!! Se lo recomendaré a todo el mundo. Aunque ya va anocheciendo (anochece pronto, como en Madrid en invierno), nos da tiempo a sacar mil fotitos a las islas Toronteñas… Y desde el agua hay además una vista increíble de Toronto-ntero…

CN Tower y Skydome, y el resto de Toronto desde el agua

Intentamos después ir al centro pero el cansancio nos puede así que paramos a cenar. Maris una ensalada César y yo un costillar. Todo genial. De vuelta al coche y al hotel, gracias al GPS, y a descansar para mañana que hay mucho que ver aún.